CON PROBLEMAS DE DISFUNCIÓN ERÉCTIL
Varios violadores presos reciben Viagra en centros penitenciarios de Cataluña
Según una información revelada
este viernes por el diario El Mundo,
Es
privilegio de la sociedad moderna vivir el disparate y sin duda normalizarlo.
Cuando ocurren estos hechos una-o se pierde durante breves instantes,
desaparece del horizonte el punto de mira de la cordura y viene al seso el
titubeo de si se está o no bien acomodado a los tiempos modernos. Con buena predisposición
reflexiono sobre la acerba vida que llevan los presos: trabajos forzados en
minas inhóspitas, bolas de hierro atadas a los pies para que no se olviden ni
un segundo del mal que hicieron, escasa comida, latigazos, frío, humedad... Y, en verdad, tras ponerme en su lugar,
recapacito sobre la alegría que les debe dar, en sitio tan macabro, que por
obra de la química se les empingorote la pajarita. Con mayor gozo, si cabe,
para los violadores, que especialmente deben andar alicaídos entre calabozos
por no poder cazar para su entrepierna a ninguna indefensa criatura, a lo
mejor, incluso, con la hombría agujereada si es verdad la leyenda sobre la
justicia que aplican los presos a violadores. Así, tras mi reflexión, ya
empiezo a comprender la modernidad y estoy por cambiar el cuento de Caperucita,
sí, que lleve en el cesto medio kilo de Viagra en vez de la merienda de la
abuelita para cuando se le acerque el lobo con malas intenciones, subirle la estima; al menos conseguirá que, por las ganas de empotrarse en una loba
complaciente, desaparezca. Pero, ahora que pienso, todavía poco hábil en lo
moderno, más vale que Caperucita eche a correr y alerte a la abuela al
bosque entero por si el lobo, empingorotado, pretenda apañarse con lo primero
que encuentre.