Muere una mujer apuñalada por su
pareja en Tenerife. El hombre intentó posteriormente cortarse las venas. (
Desde
la inmortalidad, desde el negro vacío vengo, me asesinaste como si fuera tuya,
y como tuya me presento a atormentarte los días que te queden por vivir. Tú creaste
el lazo macabro cuando veinte veces me clavaste el cuchillo, cruel acto sin
reverso. ¿Acaso no pensaste que era irrepetible, única y que la gran
oportunidad de la vida no volvería para mí?, ¿quién eres tú para arrancarme de
mi sitio?, ¿quién eres tú para decidir sobre mi cuerpo? Ya no te quería, es
verdad, te temía, te lo diré siempre porque eso te desespera más que pensar que
ya no existo. Me verás en cada rincón de tu celda del psiquiátrico o de la
cárcel, con mis galas de muerta y ya libre de ti, volveré a enseñarte mi cuerpo
desnudo con las heridas que me hiciste, amoratadas igual que mis labios y mis
ojeras, ya no tan apetecibles. ¿Te acuerdas?, dijiste: «o eres para mí o no
serás de nadie». Y ahora tú eres mío hasta que tu conciencia reviente, hasta
que comprendas que la decisión sobre la vida o la muerte no deben estar en
manos de nadie, sino del suave desgaste del tiempo. Me has dejado sin ver
amaneceres, sin ver crecer a los hijos y emocionarme con sus alegrías. Venga, te espero, ya no tengo miedo, y la próxima vez que intentes cortarte
las venas, utiliza la misma rabia, la misma fuerza que utilizaste conmigo, no
te mates un poquito; pero claro, duele, otra cosa es la carne de otro. En cada
navajazo que me propinaste veías tu mediocridad de amante, tu inoperancia, tu
falta de habilidad para conservarme a tu lado, tu poca valía.
Es
inútil que te tapes los oídos, aquí estaré, contigo, a tu lado, cada segundo,
llenándote de terror hasta que vengan a buscarte, maldecido, apareciéndome en
tu plato, en tu almohada cada vez que intentes coger el sueño, y si lo lograras,
te despertaré horrorizado por el daño que has hecho. Y todavía, a pesar de todo,
será poco el castigo.
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