Querido
sr. Sarkozy:
Quería expresarle mi humilde parecer sobre
su decisión de expulsar a los gitanos rumanos de territorio francés.
Decirle, antes de exponerle, que también yo
debo librarme de mis prejuicios para que no incidan en el buen juicio que
quiero imprimir a la siguiente nota:
Comprendo que la política debe de presentar situaciones
de incertidumbre y el cómo actuar, queriendo ser justo, estará a la orden del
día. A veces al ser humano actual le es difícil saber si ha procedido como
hombre de bien o no, por ser la línea a transgredir casi transparente, borrosa
unas veces, inexistente otras. Quisiera
ayudarle en ello y llevarlo a la reflexión.
Estará
usted de acuerdo en que el modo de proceder o hábito nace de la actividad, es
decir: el aspirante a tenista si se entrena llega a ser tenista. Así la fuerza
de la costumbre es el precepto del carácter y éste el que decide las acciones.
Si usted ha adquirido la costumbre de
expulsar a los que molestan, sin antes mesurar una solución honrosa entre el
menoscabo y lo ventajoso, se encuentra ante la acción de un hombre injusto, que
ya nunca dejará de serlo.
Ahora son los gitanos rumanos, después,
¿quizás los inmigrantes?, más tarde, ¿los que tienen otra religión?, le
seguirán, ¿los de diferente raza?, a
continuación, ¿los franceses de primera generación?, para seguir con los que
tienen, ¿una minusvalía?...
Espero haberle aclarado en qué laberinto poco
elogiable acaba de perderse y sepa rectificar a tiempo la falta de templanza,
por su felicidad y la de su país.
Atentamente
Susana
Plandugal
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