El Clínic instala un sistema de radiofrecuencia que
identifica y localiza a sus pacientes.
El nuevo sistema, pionero a nivel
internacional, pretende mejorar la seguridad clínica de los enfermos. Barcelona.
(EFE).- Las áreas de Cirugía Mayor Ambulatoria (CMA) y de Cirugía de Corta
Estancia (CCE) del Hospital Clínic de Barcelona
han instalado un sistema de radiofrecuencia instalado en una pulsera
para identificar
y localizar
en todo momento a los pacientes de esta zona, que es pionero a
nivel internacional. (
Que
incorporen una pulsera con chip en un hospital afianza la sospecha sobre sólo
ser un número, el código de barras amenaza, implacable, a la humanidad.
Aceptado el número del DNI, la tarjeta sanitaria, la de crédito..., habría que
rebelarse contra los medios de control que disminuyan cualquier tipo de
libertad, ya sea, incluso, la de ir al retrete. Son pequeños pasos de avance lo
que intentan, siempre en aras de nuestra mayor seguridad y siempre con el temor
por delante: así, a usted, no le harán una transfusión que no corresponda con
su grupo sanguíneo o no le administraran un medicamento al que es alérgico,
incluso no será intervenido del escroto si viene con una apendicitis. No
podemos hacer otra cosa que darles las gracias y rezar para que el sistema
informático no se bloquee o tenga un virus y acabemos en una operación de
cambio de sexo en vez de en la extracción de la muela.
Hay
algo indigno, lisonjero, en la sustitución del nombre por un número, se pone de
manifiesto en las cárceles, en la guerra, en los campos de concentración,
parece la obsesión básica de cualquier tipo de autoridad: la de anularnos y
tenernos controlados, la de hacernos sentir presos, elementos nacidos para su
entera disposición. Son incorporaciones sibilinas, imperceptibles, que ahuecan
la conciencia para que un día aceptemos con normalidad, para estar más seguros,
que nos incorporen un chip desde el nacimiento en la mismísima nuca, igual que
a los canes.
Entonces, sabrán en todo momento por qué calle
transitamos, a quién besamos, qué decidimos..., y cuando el pensamiento no
proceda, me atrevo a aventurar una pequeña descarga eléctrica en el cerebro que
nos devuelva al orden. Entonces caminaremos con mueca complacida, los ojos
perdidos, tranquilos por vivir en una democracia que cuida de nosotros,
viviendo en los sueños cuando éramos algo más libres.
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