60 ciudades del mundo celebran simultáneamente esta original iniciativa. Prepárense
porque en Barcelona se ha declarado la guerra. Eso sí, de almohadas. Esta es la
única arma válida.La Plaza Catalunya ha
quedado invadida por las plumas, y no precisamente por las de las palomas. 60
ciudades del mundo han celebrado simultáneamente esta guerra de almohadas. (Agencia Atlas)
Es desde la
ventana de mi medio siglo que contemplo sorprendida el paisaje de este mocerío
y no quisiera, como empieza a corresponder a mi edad, caer en la fácil critica de
los cachorros de mi especie. Pero un instinto rayano a la cordura me vibra
cuando leo sobre el famoso juego de las almohadas, primero por lo infantil del
acontecimiento del todo ridículo, segundo por la buena acogida de los medios de
comunicación que, sonriéndoles la gracia, recogen la noticia autocomplacidos,
dejando al espectador adulto inmerso en la sorpresa y sin margen de reacción.
Debe de ser la adoración social a la mocedad,
el corrimiento de valores apostada en esa etapa de la vida, la que nos hace
perdernos, y reacciono, no sin esfuerzo, a esa manipulación amparada en el
raciocinio de los años cuando ya sabe uno que no es inmortal. Deduzco que es
porque se ha alargado la infancia, quizás, desde los cero hasta los cuarenta
años y en periodo tan largo es normal que, aburridos, hagan estos juegos y
otros como el botellón, teniendo en común los dos, la toma de las calles y sus
posteriores residuos.
No tener que salir en busca de alimento,
extremadamente protegidos por progenitores de laxa autoridad y una sociedad adoradora
del sagrado oro juvenil, provoca que a esta generación malcriada le adorne una
aureola bobalicona y, convertida en una tierna masa de fácil manejo, sea bocado
preferido del poder. Como siempre se cometen injusticias al hablar de un
colectivo, salvemos de entre ellos a honrosas excepciones, observadas por sus coetáneos
como bichos raros fuera de su tiempo.
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