Japón nuclear

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Cuando ya creemos tener dominada a la naturaleza; cuando los satélites que hemos construido navegan el espacio como cualquier material estelar; cuando nos hemos asomado y manipulado el átomo..., de repente, ocurre. La tierra se remueve quejosa, parece querer desprenderse de los implantes que le hemos colocado encima, con un golpe de genio, demostrando su supremacía, su poder indiscutible sobre quien la habita: unos seres pequeños, insignificantes que son aniquilados, ellos y sus obras, con tan sólo un estremecimiento.  

 

Nosotros, estos seres irrespetuosos que jugamos a ser dioses sin serlo, intentamos fabricar centrales nucleares a modo de soles para alumbrar las noches de televisores y resto de electrodomésticos convertidos ya en artefactos de alta categoría vital. Ignorando los plácidos rayos de sol que nos llegan regalados, actuamos sin respeto, desagradecidos, cada vez más alejados del engranaje y quehacer de la Naturaleza. Construimos monstruos que, cómplices con el azar, se nos revelan como hacemos nosotros con el planeta que nos acoge.

 

Y, tras el coletazo, una ola gigante nos devuelve al sitio, a la menudencia, a la subordinación de su magnanimidad. Y nos quedamos llenos de impotencia ante tal poder, resignados a nuestra débil forma humana y a las consecuencias que hemos originado y de las que nadie nos puede salvar, sino nosotros mismos.

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This page contains a single entry by Susana Plandugal published on March 21, 2011 9:46 AM.

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