Es de mal vendedor criticar, abiertamente (otra cosa sería estudiarlo), la supuesta debilidad del competidor para vender el producto propio. Conlleva esta acción la sospecha de que el acusador opta por esconder las imperfecciones internas y su carencia de imaginación, arremetiendo contra otros. Es de buen vendedor analizar el problema, las necesidades y áreas de actuación y mostrar soluciones.
Pero, España no es un competidor, ¿verdad señor Sakorzy?, sino un miembro de la comunidad europea igual que Francia o sea que estamos hermanados. Ni por un momento pienso en que nuestra tierra, mejor situada en el mapa, tiene más sol, y como diría un castizo y con perdón: "Con una semilla y un escupitajo nace una sandía", tampoco digo que el mejor aceite del mundo sea el español y que su país y otros miembros hacen lo que pueden para bloquear el libre comercio hacia Suiza y demás, que por cierto utilizan aceite de coche en unas ensaladas confeccionadas con ciertas hierbas de la carretera. Ni que hablar de los vinos, de los cítricos, de los camiones que llegan a sus fronteras y que de vez en cuando se ve que pasan frío porque les da por incendiarlos. Tampoco hablo de la impotencia, convertida en burla, hacia nuestros deportistas de éxito, acusándolos injustamente de dopaje.
Ya no pudo con nosotros en el siglo XVIII quien ya sabe y al que parece querer emular. Él como usted se han olvidado del carácter español, un potencial en sí mismo, aparentemente fraccionado, hospitalario con los turistas, condescendientes (hasta hoy mismo) con el uso de nuestra sanidad por parte de extranjeros, pues bien, ese carácter solidario (mayor número de donaciones de órganos del mundo), somos una pieza compacta cuando nos agreden desde el exterior personajillos vario pintos que hacen subir nuestra prima de riesgo con su boquita pinturera.
Quiere ello decir que vamos a protestar ante las palabrerías que intentan reducir, en un momento crítico como éste, el buen nombre de nuestro país. Recuerde que España ha alcanzado al resto de países europeos a pesar de haber estado maniatados cuarenta años. Y los de abajo, no sólo existimos sino que exigimos, sin complejos, nuestro lugar en Europa, en el mundo.
Quiero ello decir, señor Sarkozy, que la próxima vez que quiera mentarnos, lo haga con respeto hacia una gente que empieza a estar hasta las enaguas (aquellas que pertenecieron a las mujeres que se hacían tirabuzones con las bombas de los fanfarrones), de ser menospreciados.