Es
principio de junio, se han acabado las clases y el día pinta tedioso sin una
meta a conseguir. Se sonríe en el espejo mientras obliga a un puñado de
cabellos a adquirir forma de cresta: el resultado es artesanal y cómico. Ayer
folló, se tiró a una "lista" de la discoteca que se contorsionaba entre sus
piernas, se la llevó durante un cuarto de hora al coche y volvieron al local
como si nada hubiera ocurrido, algo así como haber ido al lavabo un momento
para hacer sus necesidades. Acaba de recibir el mail de un amigo, dice que en
una hora pasa a recogerlo con la furgoneta. Mientras espera, entra y sale del
facebook (cara libro como lo llama su padre), pero está todo parado, las diez
de la mañana es hora muy temprana para encontrar a su gente despierta. Abre un
paquete de galletas y las embadurna de Nocilla, se las come a pares entre
buches de Coca-cola. Enciende el televisor, aparecen imágenes de guerra y un
accidente aéreo en
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la hora en el móvil, el amigo está a punto de llegar, decide vestirse. Al abrir
el armario se cae un montón de ropa, elige los tejanos más rotos que han
decidido aterrizar en el suelo por ser los más cercanos, amontona el resto de jerséis
y pantalones y, empujándolos, aprovecha la tregua de unos segundos para cerrar el
ropero antes de que vuelvan a caerse. Este verano sus padres se van a la casa
de la playa, él irá después, cuando vuelva del viaje a Vietnam que ha
organizado con unos amigos, así le quedará la casa a su disposición unos días
para vaciar el mueble bar con los colegas y fumarse unos porros sin que nadie
le raye la cabeza.
Oye
el claxon, su amigo ha llegado. Ya en el interior del vehículo le enseña los
botes de pintura que le ha traído, hay rosa, verde fosforito y azul claro. Se
detienen frente al objetivo, lejos del alcance de la cámara de seguridad, consideran
que lo que van a hacer es una proeza, un riesgo nunca asumido a esa hora punta
de la mañana, con la alevosía de ser, además, la sucursal donde trabaja su
padre. El amigo le da la señal y con rapidez llena de garabatos y palabras
soeces la pared elegida. Lo consiguen, sólo les ha visto una vieja que les hace
un corte de mangas cuando la furgoneta desaparece entre el tránsito de la
ciudad.
El
primero que sale a ver la gamberrada es el director, avisado por un cliente de
que la pared de